Quienes me conocen saben que no me gusta la navidad. Me gustaba antes de tener hijos, cuando no tenía que preocuparme de nada, solo visitar a la familia, ir de paseo, rezar la novena y cantar villancicos, comer rico y recibir regalos. Todo eso simplemente pasaba, eran otros los encargados de que así fuera.
Hay muchos que recuperan el gusto por la navidad al ver a sus hijos disfrutarla. Y a mí me gusta ver a mis hijos felices, pero con el paso de los años me he vuelto tan escéptica con tantas cosas, que decirle mentiras a mis hijos sólo para verlos felices no es lo mío. Por eso, la farsa de los regalos del niño Dios terminó para nosotros relativamente pronto. Eso sumado a nuestra eterna situación económica apretada, ha hecho que la navidad obligatoriamente no gire alrededor de los regalos. Y si no hay regalos y no hay religión ¿cuál es el sentido de la navidad? Reunirse con la familia, sí, eso sigue siendo importante, pero no sucede cada año porque algunas veces no logramos la logística que se necesita para viajar con todos los niños.
En fin, cada año me ataca la depresión por estas fechas en mayor o menor medida. Este año, con cambio de casa y de ciudad hace un mes, hemos estado tan ocupados que hemos pensado poco en la navidad y yo creí que tal vez la depresión no haría presencia. ¡Pero ayer me cayó encima con ganas! Y así, pasamos un día de navidad solo nosotros seis, en una casa todavía llena de cajas sin desempacar y cuadros sin colgar, con una cena navideña vegetariana pedida a domicilio (no me quejo, estuvo deliciosa), sin pensar en vestirnos y arreglarnos para una fecha especial. Comimos, charlamos, vimos una película y a dormir. No hubo ni un solo regalo, eso nunca había pasado, y creo que fue esa la razón que me hizo sentir tan triste, aunque mis hijos aparentemente no le prestaron atención a este "pequeño detalle". Me duele pensar que ya se acostumbraron a que nunca hay plata para nada, menos para regalos. Quiero darles tantas cosas, y es tan difícil darles incluso lo más básico, que siento que les estoy fallando.
Pero todo pasa, y aquí seguimos. Tocará replantar la lista de propósitos para el 2016 a ver si este año sí salimos de pobres. Quiero que mi vida deje de estar enmarcada en la frase "para eso no tengo plata". Quiero dejar de vivir en modo supervivencia.
Hay muchos que recuperan el gusto por la navidad al ver a sus hijos disfrutarla. Y a mí me gusta ver a mis hijos felices, pero con el paso de los años me he vuelto tan escéptica con tantas cosas, que decirle mentiras a mis hijos sólo para verlos felices no es lo mío. Por eso, la farsa de los regalos del niño Dios terminó para nosotros relativamente pronto. Eso sumado a nuestra eterna situación económica apretada, ha hecho que la navidad obligatoriamente no gire alrededor de los regalos. Y si no hay regalos y no hay religión ¿cuál es el sentido de la navidad? Reunirse con la familia, sí, eso sigue siendo importante, pero no sucede cada año porque algunas veces no logramos la logística que se necesita para viajar con todos los niños.
En fin, cada año me ataca la depresión por estas fechas en mayor o menor medida. Este año, con cambio de casa y de ciudad hace un mes, hemos estado tan ocupados que hemos pensado poco en la navidad y yo creí que tal vez la depresión no haría presencia. ¡Pero ayer me cayó encima con ganas! Y así, pasamos un día de navidad solo nosotros seis, en una casa todavía llena de cajas sin desempacar y cuadros sin colgar, con una cena navideña vegetariana pedida a domicilio (no me quejo, estuvo deliciosa), sin pensar en vestirnos y arreglarnos para una fecha especial. Comimos, charlamos, vimos una película y a dormir. No hubo ni un solo regalo, eso nunca había pasado, y creo que fue esa la razón que me hizo sentir tan triste, aunque mis hijos aparentemente no le prestaron atención a este "pequeño detalle". Me duele pensar que ya se acostumbraron a que nunca hay plata para nada, menos para regalos. Quiero darles tantas cosas, y es tan difícil darles incluso lo más básico, que siento que les estoy fallando.
Pero todo pasa, y aquí seguimos. Tocará replantar la lista de propósitos para el 2016 a ver si este año sí salimos de pobres. Quiero que mi vida deje de estar enmarcada en la frase "para eso no tengo plata". Quiero dejar de vivir en modo supervivencia.
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